[LUG.ro] Cómo reconocer una política de Estado desde una distancia considerable

Sebastián D. Criado sebastian.criado en gmail.com
Sab Jun 9 14:19:19 ART 2012


Por Federico Heinz
http://federratas.codigolibre.net/?p=459

Hace algunos días, la Presidente de la nación, junto con varios de sus
ministros, recibió a ejecutivos de Microsoft que venían a presentar un
“plan de desarrollo sustentable” para Argentina. Militantes de la propia
Presidente expresaron su decepción ante esa reunión en una carta abierta,
que tuvo alguna repercusión en los medios. La ministro de industria, Débora
Giorgi, respondió a esa carta abierta asegurando que “el software libre es
política de estado” de este gobierno, lo que fue celebrado por sus autores
como una muestra del compromiso del gobierno con el software libre.

El problema es que una política de estado es, o debería ser, más que
palabras. La evidencia de apoyo al software libre que destaca la ministro
Giorgi no es tal: cada una de las afirmaciones que hace en su respuesta es
exactamente igual de cierta si en ellas reemplazamos “software libre” por
“software privativo” (incluso sigue siendo cierta si lo reemplazamos por
“software de Microsoft”, específicamente, que es peor).

Una verdadera política de estado a favor de software libre sería, en
realidad, muy fácil de detectar: hay muchos indicadores que evidenciarían
su existencia. Veamos algunos de ellos.

Directivas formales claras

Una política de estado es una decisión que el Estado se auto-impone. Siendo
el Estado un complejo entramado de organismos y personas, una decisión de
este tipo debe ser expresado formalmente en reglas claras, que todos los
agentes del Estado deben cumplir. La forma idónea para este tipo de
regulación es una ley, como la sancionada en Santa Fe en el 2009, exigiendo
que la Administración Pública únicamente use software que respete las
cuatro libertades esenciales del usuario. Lo mismo hizo la ciudad de
Rosario a través de una ordenanza municipal.

Por cierto, sancionar leyes suele ser una tarea ardua, que requiere
diálogos, negociaciones, construcción de consensos. Por lo general demora
mucho tiempo… pero no para este gobierno, que tiene mayoría en ambas
cámaras, y que ha demostrado que puede pasar leyes en cuestión de apenas
meses, como cuando extendió la duración de los derechos de los productores
sobre los fonogramas, efectivamente re-privatizando obras que ya estaban en
el dominio público. Si el software libre realmente es política de Estado,
¿dónde está la ley que la expresa?

En rigor de verdad, ni siquiera es necesaria una ley propiamente dicha para
demostrar la voluntad política de adoptar software libre: si ésta realmente
existiera, bastaría con un decreto administrativo para poner los engranajes
en marcha.

Sin embargo, no hay nada por el estilo: no existe directiva formal alguna
que ordene la migración a software libre, ni siquiera una que proponga una
preferencia por éste. Lo más parecido que hay es un confuso programa a
favor del “software público argentino”, un término deliberadamente vago que
incluye tanto software libre como privativo y por lo tanto es vacío de
significado.

Migración concreta

Cabe la posibilidad de que el gobierno prefiera no utilizar canales
formales como las leyes y lo decretos para no despertar tempranamente la
ira de los poderosos proveedores de software privativo mientras realizan
una migración sin llamar la atención. Pero dos datos contradicen esa idea.

El primero es, por cierto, que publicar en los diarios que el software
libre es política de estado no parece ser la mejor manera de ocultar las
declamadas intenciones libertarias del gobierno.

El segundo, mucho más fuerte, es que una voluntad informal de migrar al
software libre también debería ser fácilmente detectable, con tan solo
observar su uso en los organismos públicos. Pero no basta con constatar
“acá se usa software libre”. Todo el mundo usa hoy software libre,
incluyendo a todas las empresas de software privativo. Hay que analizar la
proporción de software libre a software privativo que, en presencia de una
política de estado, debería ser significativamente mayor que en la
administración pública que en la actividad privada. Sin embargo, no es ese
el caso: según los responsables de informática del gobierno, alrededor del
60% de los servidores de la administración pública usa software libre, lo
que no sólo no dice absolutamente nada del software de escritorio, sino que
además está como mucho a la par de la proporción habitual en el mercado.

Si no podemos constatar que el gobierno usa más software libre que el que
usaría en ausencia de una política de estado, deberíamos al menos ver que
ha asignado partidas presupuestarias para adoptarlo, y que lo está haciendo
a un ritmo más acelerado que la media del mercado. Tampoco eso está pasando.

Reducción de obstáculos

Como mínimo, podríamos esperar que una política de Estado de software libre
promoviera que los ciudadanos usen software libre. Sin embargo, no lo hace.

Algunos creen ver una promoción de ese tipo en el hecho de que las máquinas
del programa Conectar Igualdad estén equipadas con software libre. Eso
queda desmentido por el hecho de que las máquinas también salen con
Microsoft Windows. Si ser parte de Conectar Igualdad fuera señal de una
política de Estado, entonces claramente estaríamos también ante una a favor
de Microsoft.

De hecho, lejos de promover el uso de software libre, la administración
pública lo obstaculiza: la TV y la radio pública están disponibles por
Internet, pero sólo en formatos de Microsoft, AFIP sigue exigiendo que los
contribuyentes usen programas que sólo corren bajo Microsoft Windows,
docentes de facultades universitarias que decidieron usar sólo software
libre deben salir a buscar una máquina con Microsoft Word para poder llenar
los formularios de categorización de CONICET, lo mismo les ocurre a quienes
quieren presentarse a programas de subsidio del Estado… la lista es larga.

Por cierto, algunas de estas son situaciones heredadas de gobiernos
anteriores (no es el caso del formato de los medios públicos, ni de la
inclusión de Microsoft Windows en las máquinas de Conectar Igualdad), pero
al menos debería ser posible ver que hay planes concretos de corregirlas,
con presupuesto y calendario asignados. Nada de esto está pasando.

La política de Estado ¿Dónde está?

Una política pública es inocultable: nadie tiene dudas de que hay una
política de Estado de poner computadoras en manos de todos los estudiantes
secundarios, o de limitar las importaciones, no hace falta que nadie las
declame.

A menudo se citan palabras del prócer máximo del partido gobernante: “mejor
que decir es hacer”. En materia de software libre, tenemos funcionarios del
gobierno afirmando que su uso es política del Estado, y sería maravilloso
que así fuera, pero las acciones concretas y las propias actitudes de la
Presidente sugieren más bien lo contrario.

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